viernes, 20 de abril de 2012

Pablito y sus amigos


Pablo era un niño solitario. Siempre se le veía corriendo por un bosque cercano al pueblo. Le encantaba trepar por los árboles.

En su casa era muy inquieto, nunca paraba de hacer cosas. Era un poco travieso. Pablo tenía dificultades para expresarse:

-          Pablo, hijo, ¿has corrido esta tarde por la colina?

-          ¡Sí, mamá! He ejtado poj el bojque y he vijto bonitaj maripojaj rojaj.

Pablo hablaba con la “j”, pero su madre podía entenderlo porque las madres siempre entienden a sus hijos.

En el pueblo algunos niños murmuraban:

-¡Qué raro es!

-¡Y, además, no se le entiende! Parece que tiene mariposas en la boca.

Todos reían. A veces Pablo podía escucharlos y su corazón se sentía apenado.

La mamá de pablo se preocupaba:

-Mi pequeñín siempre está solo. Ojalá algún día conozca niños y niñas con quienes pueda jugar y sonreir.

Pero lo que nadie sabía es que Pablo tenía unos amigos especiales. Estos eran: la estrella parlanchina, la nube voladora, y el búho dormilón. A través de ellos descubría el mundo gracias a aventuras maravillosas.

-          … en el fondo del océano hay tesoros perdidos y caballitos de mar – le confesaba la estrellita.

-          … y existen océanos de arena donde casi nunca llueve – le decía la nube.

El rostro de Pablo irradiaba alegría y la forma en que asentía con la cabeza indicaba que sentía curiosidad.

Su amigo el búho le preguntó:

-¿Qué te ocurre con los niños?

- Creo que no me entienden. Intento decir cosas pero en mi boca hay mariposas y me salen palabras raras.

- ¿Y no te ayudan a hablar bien? – El búho le preguntaba.

- No. Se ríen de mi. Piensan que soy raro.

El búho se puso serio y esto fue lo que le comentó:

-          Si ellos supieran que sus risas te hacen sentir triste se esforzarían en ayudarte. Es muy importante que los niños ayuden a otros niños.

Aquel año no había llovido. Todos estaban preocupados. Las flores se secaban, la tierra era árida y los ríos eran finos hilos de plata que pronto se evaporaban.

Una mañana, Pablo corría feliz entre los árboles y de repente se encontró un grupo de niños sentados en el suelo. Estaban tristes. Todos tenían miedo de que su maravilloso pueblo se convirtiera en un océano de arena.

-           No oj preocupeij – gritó Pablo – yo oj ayudaré.

-          ¿Por qué nos vas a ayudar si siempre nos hemos reido de ti? – los niños hablaron al unísono.

-Tenemos que ayudar a las personas que nos rodean. Una sonrisa es tan bonita como una amapola, y si yo os ayudo y os hago sonreir el pueblo olerá a amapolas.

Pablo llamó a la estrella parlanchina, a la nube voladora y el búho dormilón.

-          Necesito vuestra ayuda – Pablo habló.

-          ¿Qué te ocurre? – le preguntaron.

-          Necesito que llueva.

La estrella, la nube y el búho hicieron un baile mágico y cantaron para que el cielo les regalase un poco de agua. Y llovió. Llovió durante cinco días hasta que la tierra recobró su belleza y los niños su sonrisa.

Desde entonces, Pablo nunca estuvo solo y los niños le ayudaron a liberar las mariposas de su boca para entenderle mejor.

Cuando ayudas a tus compañeros, la tierra huele a amapolas.

domingo, 23 de enero de 2011

¡Bienvenidos a mi blog!


Hola, bienvenidos a mi blog! Me llaman "el pequeño príncipe" y otras muchas personas me conocen como "el principito". Pero no soy un hombre pequeñito hijo de un rey; sólo soy un niño que vive en su mundo; un niño que es feliz con las poquitas cosas que tiene; un niño que sueña; un niño como tu. Desde este pequeño asteroide os mando una invitación amistosa para que podais descubrir mi universo, vuestro universo. Os saluda el niño principito